Odisea adolescente en Never Rarely Sometimes Always

Never Rarely Sometimes Always (2020) comienza con un show de talentos de preparatoria en el que Autumn (Sidney Flanigan) canta una canción con su guitarra acústica. Un alumno la insulta, le grita “slut!” y la gente ríe y ella se ve humillada. Después del evento, en una pizzería, vemos a algunos de los alumnos en una mesa, con el joven que le gritó sentado en una de sus sillas, y a la joven con su familia en otra mesa. Su madre le dice que cantó muy bien y es ignorada por su hija. La madre le dice a su padrastro que la felicite por su acto y él contesta: “es difícil darle un cumplido a alguien que siempre está de malas”. Autumn se enoja, se retira de la mesa y sale del restaurante pero antes de hacerlo le tira un vaso con agua en la cara al joven que la insultó mientras cantaba. En esta escena se establece todo lo que se necesita saber sobre la protagonista de la película dirigida por Eliza Hittman que es no solo una excelente demostración de talentos jóvenes sino también una historia que trata un tema complicado con modesta eficacia.

Autumn vive en Ellensboro, Pennsylvania con su madre y su padrastro que siempre se ve tomando o fumando y la desprecia. Sin embargo, ella tampoco trata con mucho cariño a su madre aunque ella sea amable y, aunque no se establece nunca si el joven que le gritó lo que le gritó es responsable, la joven de 17 años sospecha estar embarazada. Después de hacerse una prueba en la que sale positiva lo comprueba. La escena en el consultorio es lenta y toma su tiempo, normalmente en otras películas hubiera durado menos el proceso, aquí podemos contemplar toda una incomodidad y un interrogatorio ameno, observador, con miradas que juzgan y vergüenzas notorias (la película tiene buenas escenas de consultorios). Autumn decide que no quiere tener al bebé y a causa de no querer que sus padres se enteren, y al no tener mayoría de edad, con pocas opciones decide ir en autobús a New York con su prima y amiga Skylar (Talia Ryder) con la que trabaja en un supermercado y al igual que su madre, es afectiva con ella.

La película trata principalmente sobre esta odisea adolescente a Nueva York. Las noches y los días que pasan en la ciudad no nos muestran a las dos jóvenes hablando con mucha gente, o explorando tanto la ciudad, les toca ver una marcha manifestante y la cosa mas excéntrica que vemos es un juego de gato, en una galería de juegos, que se juega contra un gallo (spoiler: el gallo gana), comen en algunos restaurantes que no nos regalan tantos detalles callejeros como si estuviéramos en los ojos de las dos jóvenes dándoles poca importancia, y fuera de un hombre acosándolas en el metro de una manera alarmante del que rápidamente escapan, la ciudad les tiene piedad.

La historia se concentra completamente en las dos personajes, y por una sección son acompañadas por un joven (Théodore Pellerin) que a pesar de solo querer a Skylar con fines sexuales, es muy amable con ellas. Las dos jóvenes regalan papeles impecables y espero verlas en más películas en el futuro, un interrogatorio que le hacen a Autumn que gira alrededor del tema del abuso sexual es entregado al espectador con un dolor luciente. Se debe considerar que estas jóvenes son adolescentes de pueblos chicos y tal vez por ello son representadas sin sentimientos tan profundos, hasta nihilistas, no se le puede exigir tanto a su punto de vista, y esto, combinado con la fotografía en cinta de 16 milímetros le da una sensación de minimalismo del estilo de Chantal Ackerman y tal vez una pizca del Mumblecore.

Pero es injusto juzgarla o pegarla al estilo de algún otro director o movimiento, Never Rarely Sometimes Always usa trucos originales para contarnos una historia en la que el tema central es el aborto de una forma profunda y entretenida con rostros llenos de inmóvil gracia. Las estaciones de autobuses y metro en donde pasan la mayoría de su viaje, se convierten en una especie de purgatorio desolado y la sensación de que el peligro se avecina siempre se siente tensa con resultados efectivos y sorpresivos. Hittman no se concentra en algunos de los problemas establecidos en la primera mitad y eso nos hace presenciar un arte ameno y lo que uno sospecha recibir antes de la revelación se sirve en la pantalla como una tragedia tierna. Del final no se hablará fuera de que nos puede recordar en imagen al de Midnight Cowboy (1969), pero en un contexto distinto. Y la doble representación de juventud queda como una experiencia que nos dice que el mañana puede ser más tibio que el ayer.